lunes, 11 de junio de 2012

Adagio de Albinioni: Música para el corazón


Recuerdo la primera vez que escuche esta obra. Sus primeros acordes me estremecieron, y con una inhalación profunda fui hilvanando la melodía con mis sentimientos. Comenzaron a flotar aquellos recuerdos que estuvieron en el mar del olvido. Las humanas emociones afloran, el amor para soñar, la ira para cuestionar el por qué de las situaciones, la melancolía para retraerme a la realidad. Momentos de calma en la obra plantean en mi imaginación verla reposando sobre su lecho, inmóvil, sintiendo sus lejanos latidos. A medida que insisto en tener una respuesta suya se van frustrando mis intentos. Los acordes que siguen parecen una plegaria, no a Dios, sino a ella..."donde estas?! despierta! vuelve!...llévame a tu lado entonces...". La agonía y el cansancio de las noches sin dormir al pie del lecho de los sueños, están ahora mezclados en un breve alto en la intensidad de la melodía. Una natural premonición, se aproxima el clímax...explota la música! Desesperación! Frustración! Sentir que lo un día fue no lo será mas, que ella no despertara...jamás? Quizá un día, en el día último de la vida, para ayudar al moribundo a cruzar al mundo de los dos. Los calmos últimos acordes son las caricias y el beso en su frente, duerme ahora.


Del beso

Este es mi primer post. Y quiero comenzar compartiendo un capitulo del libro Rayuela de Julio Cortazar, el cual me encanta por su romanticismo, y estoy seguro que les gustara a todos ustedes. Esta es la descripcion del acto de besar, de ese sublime momento que se comparte con el ser amado. Este es el Capitulo 7.

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
El juego del ciclope...no lo olvido nunca.